Fui yo quien buscó sus labios. Al inicio todo no había sido más que una broma que yo me había obligado a seguir. Nuestros amigos nos decían que hacíamos buena pareja, y como ya no soportaba tanto rapapolvo decidí llevarles la corriente. Y por alguna razón la corriente me arrastró hasta quedar cerca de sus labios, lo demás, fue cosa mía. Sentí el peso de su cuerpo sobre mí, la hamaca en donde ambos descansábamos se mecía lentamente de un lado a otro pero apenas lo sentía. Su aliento, despedía esa amargura propia del alcohol, pero debo admitir que cuando la degustaba con mi lengua me gustaba bastante. Su comportamiento…