Es un día normal, donde no esperas nada y donde perdiste todo. Un día como cualquier otro, donde la gente quiere ser especial contigo, pero no lo aceptas porque son predecibles.
Quieres sonreír, olvidar todo y continuar, pero no lo haces. Solo esperas y finges cada segundo hasta que termine el día.
¿Trae malos recuerdos este día? No, pero lo que uno espera no es el día, sino lo que ha pasado antes y lo que pase después, no lo que pase hoy, porque es un día más, un día contable del calendario.
Suenan las 00:00.
Veo la noche, veo la luna llena, siento el mar, su brisa. Quiero imaginar, imaginar que cada escrito especial es realidad: mis deseos y mis sueños.
Hablo con la bella luna. Su reflejo… su reflejo me hace sentir acompañado, me hace sentir cálido. No necesito más.
—¡Feliz cumpleaños!
—¡Yo lo quería decir primero! —dice él.
—¡Feliz gran cumpleaños!
—¡Pero yo lo dije primero!
—¡No! Pero el mío fue mejor.
—¡No, el mío!
—Tú aún eres una bebé.
—¡No, ya tengo 5!
—¡Y yo 6!
—Ya, cálmense. No peleen. Los dos vengan aquí… Gracias. Gracias por esto.
—Siempre estaremos aquí. Tú nos enseñaste eso.
Los miro.
—Lo sé. Y gracias por estar aquí.
—¿Quieren que les cuente una historia?
—¿De verdad?
—¿Vas a contarnos una?
—Hace tiempo que no escuchamos una.
—¿Qué les parece si les hablo de ella?
—Nos alegraría mucho.
—Pero antes, queremos cantarte, ya son las 00:00, recuerda, estamos aquí en casa, cierra los ojos, no estes triste siempre estaremos aquí, tu nos mantienes aquí dentro, gracias por tenernos presente: ¡feliz cumpleaños, P…!