El silencio parecía eterno, quería llorar, pero a la vez una rabia inconfundible me rodeaba una sanción inhóspita de confusiones inexistentes comenzaba a aparecer, pero. -Tú, ¿qué haces acá?, le dije -Me queda mirando – Si tú Dalia – se sorprende- qué, ¿por qué no dices nada? ¿Así te llamas no? -Carlos pero – No, tú ya no mereces que te llame Luna, pensaste que te iba a recibir con los brazos abiertos ¿como si nada?, te vas por varios meses 3, 4, 5 no sé cuantos, y llegas de la nada a mi puerta, a alterar mis días, mis emociones – me comienzo a desesperar- Yo estoy tranquilo, no…