Gracias, por despertar conmigo en plena facultades de la diversión pintoresca con tus cariñosos almohadazos, te doy gracias por levantarte a mi lado, regalarme esa sonrisa y unas dulces palabras: “Buenos días mi amor”, las dices por primera vez; ¿Y si el día fuera soleado? —Me preguntas, —el día ya es soleado desde que te levantas. Apuras a arrastrarme para preparar el desayuno, no estoy acostumbrado hacerlo y tú tampoco, lo sabes, pero el estómago es dueño de nosotros y se engríe si no le hacemos cumplir sus exquisitas peticiones. Caminas como si nada, como si viviéramos años juntos a pesar de ser nuestra primera vez. No te había visto…