Era una tarde calurosa en las calles de lima, el color de la ciudad estaba al vivo, era un día perfecto ¿por qué? porque hoy conocería a aquella niña risueña que me hacía renegar por las videollamadas, aquella pequeña criaturita del señor que me robaba una sonrisa con su dulce palabra. Hoy tenía que ser perfecto. Habíamos quedado a las 5 de la tarde, el calor infernal era insoportable, ningún auto quería llevarme hasta su ubicación, uno, dos, tres autos y nadie, mi única opción era ir de escala en escala, felizmente un señor se apiadó de mí y aceptó mi destino, – vaya que salió barato- Me encontraba un poco…