Puedes estar un día de sol en cama, observando por la ventana, puede parecer un día perfecto, pero al final te das cuenta que no lo es. Observas tus manos y te das cuenta que no tienen las mismas fuerzas de ayer. Observas tu reflejo y te das cuenta que algo sucede, miras a tu alrededor y te das cuenta que todo sigue igual.
Quizás solo sea un día vacío que pasa, un hueco en toda esta telaraña de sucesos y vivencias, quizás solo sea eso.
Quizás también sea una agrupación de sentimientos reprimidos que no dejé salir en su momento o tal vez sea el engaño de mi mente tratando de buscar una salida a un cariño que no quiero mostrar.
En aquél fin de verano solo creía que ella me gustaba y que no pasaría más de un gusto, pensé que solo sería eso, pero no fue así. Creí en ella.
Sabía que la vida quería verme de nuevo sonreír ¿Pero de qué manera?, por un momento me vi al espejo y me vi rodeado de ideas, de ideas para robarle los días, para robarle una sonrisa, para engreírla, ideas para sentirme feliz. ¿Pero cuál es el costo que tenía que pagar? ¿Había algún costo que no estaba estipulado en el contrato que la vida me puso al nacer? Quizás la ilusión era el costo de sonreír por unos minutos, quizás la paga más grande sea vivir de una ilusión, y solo vivir de pedazos de alegría que yo creo en el momento. No puedo fingir frente a mi propio reflejo que estoy lleno de un vacío sin sentido y sin nombre, ese vacío tiene nombre y tiene un sentimiento que duele, sí, que duele y que trato de amarrar para que no agobie mi vida y no agobie lo que quiero decir. He vivido parte de lo injusta y justa que puede ser la vida, ¿Pero por qué otra vez? Quizás deba de guardar la nariz roja invisible que usaba para sonreír y solo dedicarme a ver el mundo como una monotonía sin sentido.