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Pequeña Luna | Parte 11

Pasaron 3 meses en los cuales nos veíamos casi seguido, Siena y yo nos convertimos en muy buenos amigos, salíamos, conversábamos, disfrutábamos de lo que podíamos, habíamos armado un lazo de amistad muy fuerte, éramos como hermanos, que un día de casualidad se encontraron. Nuestras salidas se hacían más íntimas, más de pareja y sin habernos dado ni un beso, ni siquiera de casualidad, pero conocíamos los límites.
Una noche lluviosa y a la vez tranquila, Siena me había pedido que la recoja de la universidad, un largo camino desde la oficina, no tenía nada pendiente así que fui en camino.
Al llegar, la veo a lo lejos y me pareció raro, estaba vestida con un vestido muy elegante color vino con varios detalles, muy arreglada, yo aún con la ropa formal del día, le pregunté ¿y eso?, ¿tienes un 15 o tu amiga se casa o algo así?

— No tonto, Iremos a un lugar muy bonito,
— ¿Un lugar muy bonito? No me digas que es cumpleaños de una de tus locas amigas ¿o me estás raptando para casarme contigo?
— no seas idiota Carlos
— ¿Entonces?, ¿Dónde me quieres llevar?,
— cuando lleguemos lo sabrás
—Vaaaa , ¿Insistirte?, tú no me puedes obligar a ir, yo pensé que andaríamos para hacer hora.
—¡Carlos!
—Ya ya, está bien, tienes suerte que este formalito – me mira-
—ya está bien mejor no digo nada.

No le podía insistir, Siena es una chica que si bien es muy solidaria, divertida, es bastante jodida con lo que se propone, siempre preferí no sacarle de quicios, es mujer así que mejor calladito, sería en vano que le insista varias veces, así que no me quedó otra que ser paciente, solo esperaba que no me llevara a uno de sus locos lugares donde hay pura gente aburrida con un vaso de tragos y solo hablan de autos, universidad y su aburrida vida de viajes.
— Mi Padre nos va a llevar, él está de salida
— ¿tu padre?, ¡tu padre me odia!, seguro que espera que suba para raptarme meterme a un costal y tirarme al río para alejarme de su dulce princesita.
—Idiota, No te odia, ya, sube rápido ahí está, sube.
—Si claro -gruño-

Su padre no me odiaba, era medio serio, no quería que vuelvan a lastimar a su hija, pero no sé si entendía que éramos buenos amigos.
Durante el camino no hablamos mucho, la estancia era intimidante, porque no es lo mismo estar con sus padres y nosotros, a que solo su padre, por lo menos su mamá sí era muy buena conmigo.
La noche seguía tranquila y el cielo nos daba la bienvenida con una rica lluvia, daba el toque perfecto de adrenalina con una mezcla de pasión y seducción.
— Oye Siena , el ambiente se presta para esas películas medias fuertes
— ¿qué dijiste Carlos?, ¿qué? más fuerte que no te escucho.
—Ya, ya, no dije nada

Era muy molestosa, nos estacionamos al lado de un restaurante muy alejado de la ciudad, aproximadamente a 1 hora de distancia, estaba situado a casi orillas del mar, al bajar nos despedimos de su padre y se encaminó a su destino dejando una frase que no la comprendí “diviértanse” dijo, algo serio, quizás porque ya tendría la casa sola “literal.
—¡Y llegamos!-con vos sonriente, ella exclama-
—Vaya, sí que te sigues luciendo ¿comeremos?.
—No, nos bañaremos, obvio, ¿es bonito no?
— Si, es muy rústico y elegante
—Me gusta compartir lo que puedo contigo, antes esto era muy aburrido-ella menciona-
—Tenía que llegar yo para darte ese equilibrio (egocéntricamente) le digo. —Ya no te me subas, y entremos.
—¡Auuu! (Me pellizcó)
—Ya no chilles , vamos ( sonrientemente). El lugar era fantástico por fuera, Siena había reservado una cena para ambos, se podía respirar un ambiente puro, tranquilo, de típicos empresarios con sus esposas, efectivamente se tenía que entrar muy elegante, de lo contrario no pintaríamos ahí.
—Es la primera vez que vengo a este lugar -le digo-
—Mi padre siempre nos trae aquí cuando discute con mamá.
— Es de notarse (río), nada mejor que complacer a tu chica cuando metes la pata .
—Si pero mi padre es … , tú lo entiendes, eres hombre.
— Va. ..
Sobre la mesa que reservó, sirvieron un par de platillos extraños que difícilmente podría recordar su nombre y que además al lado había una colección de cubiertos para poder empezar a comer, – Clases de etiqueta ¿dónde están que no las recuerdo? (susurro).
—Y pensar que hace unos meses, solo comía salchipapa en la esquina de mi casa, mucho menos me imaginé que tú me invitarías.
—Es una bonita forma de celebrar nuestra amistad por estar aquí a mi lado y no irte con tus amigos, por brindarme este tiempo de alegría y gruñidos.
—¿así? ¿3 meses cierto?, desde que te conocí, es raro que una chica invite a un chico, es decir, de esta forma, pero más que raro digamos que no es usual, no tenías por qué hacerlo, me conformaba con unas empanadas en tu casa y un pollito a la brasa, es que las empanadas que prepara tu hermana son ricas, -la comida obvio
— Idiota, si quise compartir todo esto, porque se que puedo, además yo soy el macho alfa de la amistad
— Si claaaaaaro siena, no me hagas reír que eres mancita …
— Ay tonto, ya come
La quedé mirando a los ojos, entre velas, y escuchando una melodía que estaba sonando. Siena venía de un mundo distinto al mío, ella estaba acostumbrada a todo su círculo social y las cosas que toda chica desearía tener, me hizo recordar por un momento en Luna, era algo familiar todo esto, al principio pensé que todo sería complicado, tanto por su círculo y lo hermosa que era, si le comentaba algo así, seguro se molestaría, pero por otro lado vi en sus claros ojos algo más que un gran cariño hacia ella, pude ver en esa mirada algo especial, pude sentir esa sensación una vez más en mí, que no sentía desde luna, era obvio -creo-, estaba comenzando a encariñarme más y al parecer ella también, hermosa con sus ondas, sus aretes, sus labios rojos y sus ojos pronunciados, pero no estaba seguro, quizás solo era parte de un cariño amical muy fuerte, si le dijera lo que pasaba por mi mente quizás arruinaría la cena.

Miré hacia un lado y vi por la ventana una luna llena, y la recordé, recordé a ella y la confianza que había brindado, pero a la vez entendí, que ya estaba haciendo mi vida, recordar al pasado ya no tenía sentido, no fue tristeza lo que sentí, fue un respiro de tranquilidad y que ya había superado gran parte de lo que me tocó vivir tiempo atrás. Ahora estaba con Siena que me sorprendió con uno de los gestos más hermosos, no por el lugar, sino por la intensión de querer pasar tiempo conmigo, ambos, solos a la luz de la luna y el mar.

Continúa Capítulo 12

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