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Pequeña Luna | Parte 8

El tiempo transcurría y los días se hacían eternos, exactamente 5 semanas, el tiempo que Luna me había avisado desde su partida a New York, pero…

Era la temporada de otoño, Luna caminaba por un parque extremadamente enorme, con los árboles anaranjados los cuales pintaban el sendero, se sentó en una de las bancas con vista a una pequeña laguna – es hermoso este lugar – repetía en su mente, observó un montículo de hojas que estaba junto a un árbol, se paró y caminó hacia este, pisó con su zapato el grass con hojas para ver si no había nada que le pueda hacer daño y se echó, contemplando el cielo de otoño y observando caer las hojas de los árboles, abrió el bolsillo de su abrigo y sacó una carta, era la que Carlos le había escrito.

Entre su mirada taciturna ella repetía

-Perdóname, perdóname por favor… – se decía así misma, se paró y se sentó en una banca, comenzó a leerla de nuevo, sus ojos, esos bellos ojos comenzaron a transmitir su impotencia, mientras las lágrimas comienzan a invadir con gotas el papel donde Carlos había dejado escrito sus últimas palabras antes de su partida.

Luna saca su celular y observa todas las llamadas perdidas que tuvo desde Perú, más de 84 durante las primeras 4 semanas que no fueron contestadas, en sus redes sociales observó mensajes aún no leídos que él le había escrito preguntando si había llegado, si estaba bien, si algo le pasaba, y él ¿por qué no le respondía?, luna solo los veía pero no los abría, su intención era simple, no hacerlo. Ella comenzó a meditar – Ya no puedo, tengo que escribirle – Se repite convincentemente varias veces, – No puedo ser así, él no se merece esto – cada vez con más rabia y dolor se escuchaban sus susurros

Luna se cogió de valor y abrió la ventana de mensajes, comenzó a escribirle respondiendo después de mucho tiempo.

-Lamento no escribirte, sé que no estuvo bien, pero no se que hacer, tú eras lo que yo quería, pero… pero… estando aquí me di cuenta que no puedo corresponderte, me di cuenta que todo lo perfecto que me mostrabas y que pasamos era lindo, pero Carlos, no me siento capaz a pesar de todo lo que te dije, ser yo para ti una persona como esperas, siento que perdí mucho tiempo, durante mi estancia me di cuenta que puedo hacer muchas cosas que allá no, y además…

Luna se detiene, se encontraba angustiada, sus párpados reflejaban un mar de agua cristalina con sabor a tristeza, solo dio un toque en enviar y el mensaje llegó a su destino, mientras esperaba, pensó que Carlos no le respondería, sin embargo unos segundos más tarde recibe una respuesta

– ¿además qué? ¿ es mi pasado verdad? es lo que hice, lo que te conté, vamos ten el valor y dímelo… dime que eso te decepcionó que por eso no quieres estar mi lado. – él había respondido de manera directa, sin un antes y un después, de tal modo que creía tener la respuesta.

Luna observó el mensaje, y solo atinó a cerrar los ojos y presionar la carta con todas su fuerzas mientras estrujía sus puños, no quiso responder, se paró y comenzó a caminar, pasaron los minutos y por ende, Carlos tampoco volvió a escribir.

la conversación se quedó en silencio, en un vacío desolado… donde ninguno de los dos se volvió a contestar otra vez.

Desde que ella se fue, su último mensaje me hizo entender que no volvería, y que mi secreto que con total amor y fuerza se lo conté había sido el causante de todo, de vivir una ilusión inesperada, de poder creer que alguien realmente me entendería, de poder encontrar a una persona que valore lo que soy y no los errores que pude haber cometido, le di todo, le agradecí en todo momento, planifique todo con ella, era mi mejor amiga, mi alma gemela.

impotente, golpeó con un puño la pared- ¡¿porque?! – repito sin cesar, mientras mis ojos lloran el cielo responde con una lluvia sobre las calles de la ciudad.

Los días comenzaron a tornarse grises, las redes sociales dejaron de ser importantes, mis tardes eran demasiado tranquilas, la presencia de Luna me hacía falta, pero ya había pasado tiempo, al acostarme la ventana de mi cuarto me ponía en primer plano el cielo nocturno, con unas pequeñas luces que tintineaban en el cielo, a veces la Luna se hacía presente, y comenzaba a recordar a aquella mujer de la cual me había enamorado pero ya no estaba aquí. Otra vez el cielo cubría su nombre con las nubes haciéndome olvidar que ella hubiera estado aquí.

mi último verso que escribí en mi cuaderno de notas, fue una cita de Benedetti “te espero cuando miremos al cielo de noche tu allá, yo aquí”. … a Luna.

  

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