Historias,  Mis historias

Al despertar – Parte 2

Luego de retirarme, llegué al trabajo, ese día tenía un pequeño dolor en los hombros, había estado un poco estresado por largas trasnochadas terminando unos ajustes del trabajo que tenía que sustentar.

Ella se había quedado sola en casa, la extrañaba por momentos aunque sabía que estaría bien. Pasaron varias horas y me concentraba en los argumentos.
Comenzaba mi exposición y la sustentación de los alcances, todo andaba bien, me sentía genial alegre, hasta que sonó el teléfono.
– ¿Aló?
— Carlos
– si ¿Quién habla?
—Soy Leila
Leila era su mejor amiga, supuse que ella la había llamado para que le haga compañía, era una persona que yo conocía muy poco, pero que desde que la vi ya suponía como era, y aunque no me caía del todo bien, conforme pasó el tiempo las cosas fueron por un camino favorable.
– Si Leila, ahora estoy un poco ocupado
—Escucha tienes que venir a casa, tiene muchos dolores
– ¿Son fuertes, contracciones?
—si son muy fuertes, está llorando a pesar que me dice que no es nada
– ¿No será que esta susceptible y exagera como siempre?
—No Carlos, lo sé, la conozco ven lo más rápido que puedas.
Sin pensarlo dejé los papeles al aire, solo dije – mil disculpas, mi esposa parece que dará a luz, y me retiré del lugar, cogí el primer taxi sin preguntar el precio y que me lleve lo más rápido a casa, durante el camino esa sensación que no había sentido en años volvía aparecer, un presentimiento, un aviso, un dejabu de dolor invadió mi pecho por dentro, inesperadamente los recuerdos de un pasado triste recorrieron mi mente, lágrimas en los ojos aparecían.
– Deténgase es aquí, cóbrese.
Toque la puerta, y Leila me abrió. Mi amor efectivamente estaba en el sofá, se sentía muy mal
– ¿Qué te pasa amor?
—Tengo miedo
– No tengas miedo, ya estoy aquí, ven vámonos
Vestía su vestido negro, uno largo y su collar de siempre.
Apresuramos levantarla y llevarla hacia la puerta, Leila me ayudó a parar un taxi mientras la sostenía, estaba muy pálida, la abrazaba, podía sentir sus frías manos, un miedo me contagió en ese momento.
Durante el camino no decía nada, solo acentuaba a estar callada, quiso que detengamos el taxi una esquina antes de llegar a la clínica, no entiendo por qué.
-Tengo que caminar para que dilate
A pesar de todo era consiente de algunas cosas, la acompañé a caminar, y me pidió mi celular para escuchar su música preferida, tal vez eso la calmaría.
Los dolores se hicieron más fuertes, ya no podía caminar más, Leila apresuró y trajo una silla de ruedas para poder llevarla hasta la sala de espera de la clínica y su doctor la pudiera atender.
La sentía muy fría y temerosa, pero yo iba a estar con ella, a cada minuto, la pasaron a sala de parto y le pedí al doctor que me avise para cuando comenzaran, no podía dejarla sola, quería ser parte de todo. Pasaban los minutos y nada aún, me acerqué, me eché a su lado, solo podía ver en sus ojos un miedo y temor, -«Aquí estoy amor, no te voy a dejar», ella no decía nada montaba una semi sonrisa -«Todo va a salir bien, estarás bien»- no decía nada.
Todo el color del día comenzó a cambiar, los minutos se volvieron segundos.
Ya era hora, se sentía lista, los doctores me trajeron lo necesario para cubrirme y poder quedarme, todo el ciclo de la vida, frente a mis ojos en un solo día estaba por suceder.
Los doctores comenzaron, ella sentía mucho dolor, hasta yo comencé a sudar más de lo normal , no sabía donde pararme,los doctores comenzaron, susurraban entre sí.
– ¿Qué pasa doctor? -con voz preocupante
—Tiene que salir de la sala, parece que habrá unas pequeñas complicaciones
– ¿Cómo que complicaciones?, me alteré
—Tiene que salir por favor, no puede estar aquí, tenemos que trabajar rápidamente
No podía dejarla sola, pero tenía que dejarlos trabajar, cuando me dijeron que había unas complicaciones, el cuerpo se me erizó.
– No puedo dejar a mi esposa
—Son normas del hospital
– Al diablo con sus normas – le grité
—Señor si no se va ella puede correr peligro por no dejarnos trabajar, está demasiado alterado
Traduje cada palabra que dijo, las puertas de la sala se cerraron y caí en silencio vagando por el pasillo de espera, el tiempo se convirtió en años los segundos eran punzadas en mi pecho; Todo a mi alrededor se hizo oscuro en esos momentos, los segundos se hicieron eternos, muy eternos, la angustia se apoderó de mí, recuerdos desde el primer día que la conocí se presentaron como una película fotográfica, estaba vagando en un tiempo paralelo sin conciencia alguna, pedía al cielo que no le pasara nada, las lágrimas me las tragaba, veía a un doctor salir y entrar, no podía escuchar nada, se hacía más eterno, mis huellas ya se hacían notar en el suelo, era un caos mi mente, de solo pensar si le pasaría algo. Cerré mis ojos por unos momentos y una de las enfermeras sale y me dice:
-Ya puedes pasar
Me levanté asustado, pero rápidamente ingresé y la vi, estaba dormida, quería ver a mis princesas pero la enfermera no me dejó acercarme aún y me indicó que vaya a la farmacia y compre unos medicamentos.
Sabía que todo había salido bien pude verla, pero ¿por qué no me felicitaron los doctores como acostumbran cuando nacen los bebés?, se me hizo muy raro, pero apresuré a comprar los medicamentos, estaba nervioso, se me caían las cosas, de paso aproveché y compré algunos dulces para ella, a pesar que todo había acabado sabía que querría comer algo.
Llegué nuevamente a la habitación donde estaba mi amor, y el doctor tenía sobre su brazo a una de mis pequeñas y hermosas princesas, me quedé en la puerta para observar donde estaba mi otra hermosura, observé que atrás del doctor se encontraba otra enfermera, pero yacía una sombra oscura, mi mente se congeló, el doctor me quedó mirando, me miraba, hasta que entendí su gesto, el tiempo se paralizó en esos momentos, se acercó a mí y pronuncio las palabras que jamás quería escuchar.
—Las complicaciones se dieron por que no se cuidó, ella tenía infecciones que al parecer complicaron el parto
– ¿Qué infecciones?, ¿cuándo?, ella nunca me dijo nada
—Siempre se lo dije, pero al parecer no se cuidaba con las recomendaciones que le indicaba, tuvimos que realizar una cesárea, sin embargo afectó a una de tus bebes, el dolor para ella era tan intenso que tuvimos que sedarla, esta, tu hija, nació primero, tuvo unas cuantas complicaciones pero salió bien, sin embargo no pudimos acudir lo suficiente a la segunda, ya era demasiado tarde, hicimos todo lo que pudimos.

Juro que me tragué las lágrimas y no quería ver qué había atrás, yacía cubierta sobre un manto negro. No sabía como reaccionar, Ella necesitaba también de mí, cogí a mi pequeña en brazos, era tan hermosa, tenía poquito cabello pero del mismo color de su madre, su piel era clara, sus labios y sus pequeños lunares eran las de ella, tenía mis ojos, mis pestañas y cejas, su rara nariz también era como la ella, era un ángel, que las lágrimas de los ojos se me vinieron abajo, la abracé con todas mis fuerzas y solo atenué decir al cielo gracias Diosito por este hermoso regalo.
Cerré mi mente y me acerqué al lado oscuro, estaba ella ahí, lloré por dentro, lloré como si mil cuchillos me rebanaran el cuerpo, era demasiado doloroso, era igual que su hermana, -¡maldita sea porque!, solo atenué a cerrar sus ojitos una vez más y darle un beso en la frente, vi su manito formando un puño, le di otro beso eterno por haber sido tan valiente y haber luchado hasta el final, me sentía culpable por dentro. La enfermera se acercó y me dio una pastilla, cerré mis ojos hasta que surtiese efecto luego de ello volteé.
Le pedí a la enfermera que sostenga a mi bebe, Mi amor aún estaba inconsciente, me acerqué a ella, sintió mis manos, la acaricié, le di un beso en la frente, me tomó de la mano y me eché al lado de ella, quería dormir pero me era imposible, estaba muy atento por si necesitaría algo, se movía hacia un lado y luego hacia el otro, tenía que moverme para no estorbar, el día había sido demasiado largo, pero venia la parte más difícil, ¿como decírselo? …
—¿Qué paso?
– Ya todo terminó amor
La besé en la frente y luego en los labios, se recostó sobre mí.
—Me duele mucho
– Ya pasará. Los doctores me dijeron que tomes esta pastilla, fuiste muy valiente amor, lo lograste
ella sonrío y dijo
—¿Y nuestras bebes?
– Enfermera démela por favor.
—Mira es igual a nosotros, especialmente a ti.
Ella desprendió pequeñas lágrimas de sus ojos, la cargó y la besó «mi pequeña , mua» y luego, luego, luego…
– ¿Y mi otra bebé?
La quedé mirando a los ojos, ella me miró, me quedo mirando fijamente, como si mis ojos hablaran con los suyos, nuestro diálogo de miradas duraron por unos segundos, luego acentuó a poner a nuestra hija en mis brazos y se echó mirando hacia el otro lado opuesto a mí. Solo podía suponer que el dolor la invadiría aún más, ya lo sabía, lo había entendido, había logrado comprender sin que le dijera una sola palabra, sus ojos se hicieron cristal de lluvia, y las sábanas acongojaron el dolor.
La habitación se cubrió de un manto oscuro con un rayo de luz sobre mis brazos, la abracé y le dije: Siempre estuve aquí, siempre estaremos aquí, ella también lo estará, me miró y solo me abrazó para cerrar sus ojos junto a los míos, a los de nuestra princesa y junto a la que ahora nos observaba desde el cielo, antes de despertar.

«Por que en nosotros yace un amor, en lo infinito del cielo»

9 Comments

Responder a Anónimo Cancelar la respuesta